Desespero da Piedade

Meu senhor, tende piedade dos que andam de bonde
E sonham no longo percurso com automóveis, apartamentos...
Mas tende piedade também dos que andam de automóvel
Quando enfrentam a cidade movediça de sonâmbulos, na direção.

Tende piedade das pequenas famílias suburbanas
E em particular dos adolescentes que se embebedam de domingos
Mas tende mais piedade ainda de dois elegantes que passam
E sem saber inventam a doutrina do pão e da guilhotina.

Tende muita piedade do mocinho franzino, três cruzes, poeta
Que só tem de seu as costeletas e a namorada pequenina
Mas tende mais piedade ainda do impávido forte colosso do esporte
E que se encaminha lutando, remando, nadando para a morte.

Tende imensa piedade dos músicos dos cafés e casas de chá
Que são virtuoses da própria tristeza e solidão
Mas tende piedade também dos que buscam silêncio
E súbito se abate sobre eles uma ária da Tosca.

Não esqueçais também em vossa piedade os pobres que enriqueceram
E para quem o suicídio ainda é a mais doce solução
Mas tende realmente piedade dos ricos que empobreceram
E tornam-se heróicos e à santa pobreza dão um ar de grandeza.

Tende infinita piedade dos vendedores de passarinhos
Que em suas alminhas claras deixam a lágrima e a incompreensão
E tende piedade também, menor embora, dos vendedores de balcão
Que amam as freguesas e saem de noite, quem sabe onde vão...

Tende piedade dos barbeiros em geral, e dos cabeleireiros
Que se efeminam por profissão mas que são humildes nas suas carícias Mas tende mais piedade ainda dos que cortam o cabelo:
Que espera, que angústia, que indigno, meu Deus!

Tende piedade dos sapateiros e caixeiros de sapataria
Que lembram madalenas arrependidas pedindo piedade pelos sapatos
Mas lembrai-vos também dos que se calçam de novo
Nada pior que um sapato apertado, Senhor Deus.

Tende piedade dos homens úteis como os dentistas
Que sofrem de utilidade e vivem para fazer sofrer
Mas tende mais piedade dos veterinários e práticos de farmácia
Que muito eles gostariam de ser médicos, Senhor.

Tende piedade dos homens públicos e em particular dos políticos
Pela sua fala fácil, olhar brilhante e segurança dos gestos de mão
Mas tende mais piedade ainda dos seus criados, próximos e parentes
Fazei, Senhor, com que deles não saiam políticos também.

E no longo capítulo das mulheres, Senhor, tende píedade das mulheres Castigai minha alma, mas tende piedade das mulheres
Enlouquecei meu espírito, mas tende piedade das mulheres
Ulcerai minha carne, mas tende piedade das mulheres!

Tende piedade da moça feia que serve na vida
De casa, comida e roupa lavada da moça bonita
Mas tende mais piedade ainda da moça bonita
Que o homem molesta - que o homem não presta, não presta, meu Deus!

Tende piedade das moças pequenas das ruas transversais
Que de apoio na vida só têm Santa Janela da Consolação
E sonham exaltadas nos quartos humildes
Os olhos perdidos e o seio na mão.

Tende piedade da mulher no primeiro coito
Onde se cria a primeira alegria da Criação
E onde se consuma a tragédia dos anjos
E onde a morte encontra a vida em desintegração.

Tende piedade da mulher no instante do parto
Onde ela é como a água explodindo em convulsão
Onde ela é como a terra vomitando cólera
Onde ela é como a lua parindo desilusão.

Tende piedade das mulheres chamadas desquitadas
Porque nelas se refaz misteriosamente a virgindade
Mas tende piedade também das mulheres casadas
Que se sacrificam e se simplificam a troco de nada.

Tende piedade, Senhor, das mulheres chamadas vagabundas
Que são desgraçadas e são exploradas e são infecundas
Mas que vendem barato muito instante de esquecimento
E em paga o homem mata com a navalha, com o fogo, com o veneno.

Tende piedade, Senhor, das primeiras namoradas
De corpo hermético e coração patético
Que saem à rua felizes mas que sempre entram desgraçada
Que se crêem vestidas mas que em verdade vivem nuas.

Tende piedade, Senhor, de todas as mulheres
Que ninguém mais merece tanto amor e amizade
Que ninguém mais deseja tanto poesia e sinceridade
Que ninguém mais precisa tanto de alegria e serenidade.

Tende infinita piedade delas, Senhor, que são puras
Que são crianças e são trágicas e são belas
Que caminham ao sopro dos ventos e que pecam
E que têm a única emoção da vida nelas.

Tende piedade delas, Senhor, que uma me disse
Ter piedade de si mesma e de sua louca mocidade
E outra, à simples emoção do amor piedoso
Delirava e se desfazia em gozos de amor de carne.

Tende piedade delas, Senhor, que dentro delas
A vida fere mais fundo e mais fecundo
E o sexo está nelas, e o mundo está nelas
E a loucura reside nesse mundo.

Tende piedade, Senhor, das santas mulheres
Dos meninos velhos, dos homens humilhados - sede enfim
Piedoso com todos, que tudo merece piedade
E se piedade vos sobrar, Senhor, tende piedade de mim!

La desesperación de la misericordia

Mi señor, ten piedad de los que van en el tranvía
Y sueñan mucho con coches, apartamentos
Pero ten piedad también de aquellos que viajan en el coche
Cuando se enfrentan a la rápida ciudad de sonámbulos, en la dirección

Ten piedad de las pequeñas familias suburbanas
Y en particular adolescentes que se emborrachan los domingos
Pero ten más piedad de dos elegantes que pasan por aquí
Y sin saberlo, inventan la doctrina del pan y la guillotina

Ten piedad del niño, tres cruces, poeta
Que sólo tiene sus costillas y su pequeña novia
Pero ten más lástima por el coloso fuerte empalado del deporte
Y que sigue luchando, remando, nadando hasta su muerte

Ten una inmensa misericordia de los músicos en cafés y casas de té
Que son virtuosas de su propia tristeza y soledad
Pero ten misericordia también de los que buscan el silencio
Y de repente un aria Tosca cae sobre ellos

No olvides también en tu compasión a los pobres que se han hecho ricos
Y para quien el suicidio sigue siendo la solución más dulce
Pero ten verdadera piedad de los ricos que han empobrecido
Y se vuelven heroicos y la pobreza santa da un aire de grandeza

Ten piedad infinita de los vendedores de pajaritos
Que en sus almas claras dejan la lágrima y el malentendido
Y ten piedad también, aunque menor, de los vendedores de mostrador
Que aman a sus clientes y salen por la noche, quién sabe a dónde van

Ten piedad de los barberos en general, y de los peluqueros
Que son afeminados por la profesión, pero que son humildes en sus caricias, pero tienen más piedad de los que se cortan el cabello
¡Qué espera, qué angustia, qué indigno, Dios mío!

Ten piedad de los zapateros y de los zapateros
Que te recuerda a las magdalenas lamentadas pidiendo misericordia por sus zapatos
Pero recuerda también a aquellos que usan de nuevo
Nada peor que un zapato apretado, Señor Dios

Ten piedad de hombres útiles como dentistas
Que sufren de utilidad y viven para hacer sufrir
Pero ten más piedad de los veterinarios y los médicos de farmacia
Que les gustaría mucho ser médicos, señor

Tenga piedad de los hombres públicos y políticos en particular
Para su discurso fácil, aspecto brillante y seguridad de gestos con las manos
Pero ten más piedad de tus siervos, cercanos y parientes
Asegúrate, Señor, de que ningún político salga de ellos también

Y en el largo capítulo de las mujeres, Señor, ten piedad de las mujeres. Castiga mi alma, pero ten piedad de las mujeres
Cuidado con mi espíritu, pero ten piedad de las mujeres
Úllese mi carne, pero ten piedad de las mujeres

Ten piedad de la chica fea que sirve en la vida
De casa, comida y lavandería de la bella dama
Pero ten más piedad de la bella dama
Ese hombre abusó - ese hombre apesta, apesta, Dios mío!

Ten piedad de las niñas de las calles cruzadas
El de apoyo en la vida sólo tiene la Santa Ventana de Consolación
Y sueñan exaltados en las habitaciones humildes
Los ojos perdidos y el pecho en la mano

Ten piedad de la mujer en el primer coito
Donde se crea la primera alegría de la Creación
Y donde se consume la tragedia de los ángeles
Y donde la muerte se encuentra con la vida en desintegración

Tenga piedad de la mujer en el momento del parto
Donde ella es como el agua que explota en convulsiones
Donde ella es como la tierra vomitando cólera
Donde ella es como la luna dando a luz a la decepción

Ten piedad de las mujeres llamadas desquiciadas
Porque en ellos misteriosamente rehaces la virginidad
Pero ten piedad también de las mujeres casadas
Que se sacrifican y se simplifican por nada

Ten piedad, Señor, de las mujeres llamadas vagabundas
Que son deshonrados, explotados e infectados
Pero que vender barato demasiado instantáneo de olvido
Y a sueldo, el hombre mata con la navaja, con el fuego, con el veneno

Ten piedad, Señor, de las primeras novias
Con cuerpo hermético y corazón patético
Que salen a la calle felices pero siempre vienen en desgracia
Que creen que están vestidos pero que viven en verdad desnudos

Ten piedad, Señor, de todas las mujeres
Que nadie más merece tanto amor y amistad
Que nadie más desea tanta poesía y sinceridad
Que nadie más necesita tanto alegría y serenidad

Ten misericordia infinita de ellos, Señor, que son puros
Que son niños y son trágicos y hermosos
Que caminan en el aliento de los vientos y que pecan
Y que tienen la única emoción de la vida en ellos

Ten piedad de ellos, Señor, que uno me dijo
Ten piedad de ti mismo y de tu juventud loca
Y otro, a la simple emoción del amor misericordioso
Estaba delirando y descartado en la alegría del amor a la carne

Ten misericordia de ellos, Señor, que dentro de ellos
La vida duele más y más fructífera
Y el sexo está en ellos, y el mundo está en ellos
Y la locura está en este mundo

Ten piedad, Señor, de las santas mujeres
De los niños mayores, de los hombres humillados - sed por fin
Misericordioso con todos, que todo merece misericordia
¡Y si te queda misericordia, Señor, ten piedad de mí!

Composição: Vinícius de Moraes